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Tres viajeros

By: Xavier Blackwell-Lipkind

Writer’s note: This is a short story in Spanish. The Conard Courant is committed to publishing a diverse array of work, including pieces in foreign languages. We recognize in particular that Spanish is an increasingly critical language in the United States, and would encourage you to research “Los Estados Unidos por dos lenguas,” an essay on bilingualism in the U.S. by renowned Mexican writer Carlos Fuentes.

 

El hombre se sienta. Oye desde lejos el murmullo forzado de la seguridad, el tintín de las monedas en algún café mediocre, el llanto frenético de una criatura abrumada. Tiene frío; tiene calor; tiene frío; tiene calor. El techo distante atrapa los ecos de un millón de personas infelices chismorreando sobre problemas inventados. 

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Suspira. Cada sonido rebota contra su pulmón izquierdo como una bala lenta. Siente una comezón intensa alrededor de su meñique. No mueve. El llanto está más fuerte ahora, más histérico. Le recuerda de un documental que vio hace años. Algo sobre los bisontes…

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El hombre siempre ha pensado que el aeropuerto es el epicentro del sufrimiento humano. Cuando era niño bloqueaba la puerta de su cuarto para que no tuviera que volar. A veces fingía tener gripe. Sus padres comprendían; le decían que su temor de los aviones se desvanecería con el tiempo. Pero eso nunca ocurrió. Las cosas metálicas todavía parecen tan siniestras, tan malignas, tan odiosas. 

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Un anuncio apenas inteligible: Pasajeros … Sánchez … puerta … menos quince … por favor. El hombre no se preocupa; su vuelo se ha cancelado; dormirá en la terminal y visitará el servicio de ayuda por la mañana. Tiene tiempo.

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Pero esa criatura. Su llanto se ha convertido en algo demónico, un gruñido maníaco. La gente frente del hombre se empieza a frustrar. Una mujer con flores y una maleta deformada se frota las orejas. Otra mujer, con un miembro prostético y sin dientes, se ríe por lo bajo, sacudiendo la cabeza. El hombre se pregunta si debería hacer algo. 

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Piensa en su hermano. Un hombre amable. Murió. El entierro fue triste. No hubo mucha gente. Durante la ceremonia, una niña entró en la capilla y empezó a gritar con irreverencia total. Desde ese día el hombre ha odiado a los niños. 

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Un dúo verdaderamente cruel. Aeropuertos y niños. Otro anuncio, menos inteligible: Sánchez … menos … gracias. 

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¿Qué están diciendo? La mujer espera que su avión venga pronto; sus flores se están marchitando. Su esposo la espera en Quito, el pobre… 

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No puede creer que la madre de ese crío no haya hecho nada. La chica está en el piso, mirando a su mamá, llorando, y la mujer no hace nada. No hace nada. ¿Cómo es posible?

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Hay un olor débil a moho y colonia. Quizá ese hombre que suspira tenga pelo podrido.

La mujer se enrojece. Esa madre necesita cuidar a su hija. ¿Tiene sentimientos? ¿Tiene empatía? 

Tiene hambre. Hay un café en algún lugar, pero la mujer no quiere moverse. Su hambre y su cansancio se pelean sin cesar.

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La mujer ha odiado a las madres distantes desde su juventud. Su madre siempre le ignoraba; siempre salía con hombres sombríos. A veces no se hablaban entre sí por múltiples días. Ahora ella tiene su propia hija, una niña inteligente y guapa con mejillas gorditas y una sonrisa radiante.

Un avión se aterriza afuera. Hay un tremendo estruendo. 

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La mujer sin dientes no está pensando. Oye música desde lejos. La música le hace reír, y no sabe por qué. La melodía, urgente y nostálgica, como un llanto. El acompañamiento, retumbante e intenso, como un bisonte. Esa melodía le recuerda a una hija que amaba hace muchos años. Pero esa hija no está ahora, no está…

El hombre se levanta.

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